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Antigua y Barbuda acoge la OEA en un momento crucial para las Américas



Antigua y Barbuda acoge la OEA en un momento crucial para las Américas

Por Sir Ronald Sanders
 
La 55.ª Sesión Regular de la Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos (OEA) se celebrará en uno de sus Estados miembros más pequeños en un momento de incertidumbre política y económica global. Esa incertidumbre se refleja en toda la región de las Américas y en la propia OEA.
 
En ese sentido, la Asamblea General en Antigua y Barbuda, del 25 al 27 de junio, adquiere una significación especial: debe ofrecer el ambiente y el liderazgo necesarios para reforzar a la OEA como un instrumento relevante que avance tanto los intereses individuales como los colectivos en el hemisferio.
 
Aún añade importancia a esta sesión la primera aparición oficial del nuevo Secretario General de la Organización, Albert Ramdin, quien asumió el cargo para un mandato de cinco años el 26 de mayo. Es el primer nacional del grupo CARICOM elegido para este alto puesto. Durante 40 años, los nacionales de CARICOM solo habían llegado al cargo de Secretario General Adjunto, mientras que los países latinoamericanos dominaban la dirección. Su elección unánime, tras competir con el Ministro de Relaciones Exteriores de Paraguay, refleja la confianza en las contribuciones de CARICOM dentro de la OEA. Los representantes de CARICOM han trabajado con diligencia en los Consejos de la OEA a lo largo de muchos años para merecer este respeto.
 
El Gobierno de Antigua y Barbuda, como anfitrión y Presidente de la Asamblea, es muy consciente de su papel de ofrecer un entorno y una orientación adecuados a los retos presentes. Esta Asamblea tiene lugar en medio de presiones políticas, económicas, sociales, de seguridad y ambientales superpuestas, y en un contexto de tensiones institucionales persistentes dentro de la OEA. Esas tensiones incluyen déficits crónicos de presupuesto, lagunas de personal y una sobrecarga de mandatos no financiados, junto con la necesidad de casar aspiraciones con realidades operativas.
 
Fomentar la inclusividad en medio de tensiones en las Américas
Las tensiones en materia de comercio y migración entre los Estados miembros de la Organización, en particular Canadá, México y Estados Unidos, siguen siendo públicas y persistentes. Las diferencias ideológicas y de otro tipo entre Estados de América Latina han aflorado en la OEA durante elecciones de cargos, como la de Secretario General Adjunto (ahora Laura Gil, de Colombia) y la elección de los Comisionados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que se decidirá en esta Asamblea.
 
En medio de esas tensiones, Antigua y Barbuda ha promovido el tema de la 55.ª Asamblea General: “Construir economías resilientes e inclusivas en las Américas.” Este tema capta preocupaciones urgentes en toda la región, destacando la resiliencia: fortalecer las economías para resistir choques externos, ya sean perturbaciones del mercado global, eventos climáticos o emergencias de salud pública; y la inclusividad: permitir que cada Estado miembro y observador, grande o pequeño, articule sus prioridades dentro de un marco colectivo. Reafirma que mejorar el bienestar de cada ciudadano en las Américas es un objetivo compartido, y que la colaboración, el respeto mutuo y la solidaridad son esenciales.
 
Es en ese espíritu que Antigua y Barbuda —cuyo Ministro de Relaciones Exteriores, E. Paul Chet Greene, se prevé será elegido Presidente de la Asamblea— se propone guiar la sesión.
 
Contexto institucional: tensiones crónicas y sobrecarga de mandatos
Incluso con buena voluntad política, el avance enfrenta una lucha cuesta arriba debido a la financiación insuficiente. Durante años, la Secretaría de la OEA ha afrontado una brecha persistente entre las contribuciones obligatorias y los costos de sus programas centrales. La excesiva dependencia de contribuciones voluntarias impredecibles, incluido el respaldo de Estados observadores, expone además a los programas clave a suspensiones abruptas. Al prepararse los delegados para debatir mecanismos de gestión de mandatos y considerar el presupuesto y las fuentes de financiamiento de la Organización, casar las ambiciones con los recursos sigue siendo vital para la eficacia y la credibilidad de la OEA.
 
Presiones de gobernanza y humanitarias
Las prácticas democráticas en los Estados miembros muestran señales de tensión. Por ejemplo, el intento de asesinato en junio de 2025 contra Miguel Uribe, candidato presidencial en Colombia, subraya los riesgos para la integridad electoral y la confianza ciudadana. Sin embargo, la emergencia más aguda está en Haití, donde grupos armados controlan ahora la mayoría de Puerto Príncipe, bloqueando funciones estatales básicas, precipitando una catástrofe humanitaria e impidiendo la restauración de instituciones democráticas y la elección de un gobierno representativo. En la Asamblea General, corresponde a la OEA y a sus Estados miembros, dentro del marco de la Carta de la OEA y con sus respectivos medios, continuar demostrando solidaridad con el pueblo de Haití.
 
Diálogos en los márgenes
Tan importante como la agenda formal es, igualmente vital son las conversaciones informales entre altos representantes de Estados miembros y observadores que se desarrollarán fuera de las sesiones públicas. Estos intercambios sobre realidades económicas y políticas globales a menudo moldean la comprensión y la confianza, informando las deliberaciones oficiales. Y la escena internacional no ofrece aliento.
 
Las proyecciones de crecimiento global para 2025 indican una expansión moderada, con Naciones Unidas pronosticando aproximadamente un 2,4 % de crecimiento mundial. Las estimaciones regionales apuntan a un crecimiento cercano al 2,5 % en América del Sur, alrededor de 1,0 % en Centroamérica y México, y por debajo del 2 % en el Caribe para 2025. Las elevadas cargas de deuda limitan el espacio fiscal para inversiones sociales. Las presiones inflacionarias han resurgido en medio de tensiones comerciales. Los aranceles de Estados Unidos, impuestos a todos los países en abril pasado, han encarecido los costos en las cadenas de suministro hemisféricas, intensificando las tensiones en el costo de vida incluso donde las medidas han sido suspendidas temporalmente.
 
Las reducciones concurrentes en la financiación estadounidense —por ejemplo, recortes que afectan a Organismos de la ONU, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la OEA— impactan los programas de salud y la capacidad de respuesta ante emergencias, con efectos en la productividad de la fuerza laboral en esas organizaciones y en las condiciones de bienestar social en países de América Latina y el Caribe. Estas presiones económicas y sociales subrayan por qué la consideración que hará la Asamblea sobre el financiamiento del Presupuesto de Programa de la OEA para 2026 refleja las limitaciones fiscales más amplias que afrontan los gobiernos miembros. El debate no será meramente procedimental; será vital.
 
Efectos colaterales de conflictos
La guerra de Rusia contra Ucrania, el conflicto entre Israel y Hamás en Gaza y el elevado número de muertes de civiles en ambos escenarios han repercutido en las preocupaciones de los Estados miembros de la OEA, a medida que crece la perspectiva de inestabilidad económica y política global. Aunque no figuren en la agenda formal de la Asamblea, los delegados difícilmente podrán evitar discutir estos asuntos de manera informal en sus conversaciones privadas.
 
Conclusión: aprovechar un momento decisivo para la OEA
Por tanto, la Asamblea General en Antigua brinda a los Estados miembros la oportunidad de recuperar la relevancia de la OEA y de ofrecer resultados que los ciudadanos valoren de verdad. Los Estados miembros enfrentan una elección clara: permitir que otra Asamblea concluya entre frustraciones familiares, o aprovechar este momento con acciones pragmáticas para fomentar economías resilientes e inclusivas en toda América, en beneficio de todos.

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